Todos llevamos dentro el niño que fuimos. Cuidar al niño interior es de vital importancia para la mejora emocional y para mantener una sana autoestima.
Casi todos en la infancia hemos tenido heridas emocionales y si no las solucionamos en su momento, el niño interior estará dañado. Ahora podemos intentar comprender lo que le pasa para sanarlo.
Cuando sientas una emoción negativa, pregúntate por qué te sientes así y trata de comprenderte. De buscar la manera de mejorar esas negatividades. Deja fluir tu tristeza, tu miedo, tu ira… porque son emociones necesarias para nuestro organismo.
Con ellas y a través de ellas también expresamos lo que le pasa y ha pasado a ese niño interior.
El día de hoy, voy a hacerlos viajar junto conmigo hacia su infancia, estaré recordando la mía para hacerlos llegar a ese niño interno que todos tenemos. Recordarlo es sanarlo, hablar de lo que nos pasó de niños, es limpiar la infancia y resetearnos…

Les platico que yo hice eso, cuando escribí mi libro de La colmena, entre la miel y la hiel.
Abrí mi corazón y desnudé mi alma en ese libro, a tal grado que, al terminarlo, caí enferma de una fuerte gripe, que me duró dos semanas, estaba extenuada, agotada, de haber hurgado en el pasado de mi infancia y mi adolescencia.
Entré en pasajes dolorosos que había borrado de mi historia y que, sin embargo, me lastimaban y no me dejaban crecer en mi presente. Abundar aquí de esa importancia.
Sanar a tu niño interno, es traerlo al presente y hablar con él. Enfrentarlo con sus miedos y hacerle ver que tú, en tu presente, que eras el futuro de tu niña o niño, no pasa nada con esos miedos que tanto lo atormentaban desde pequeño.
Es increíble cómo con estas dinámicas o ejercicios, logramos sanarnos y seguir adelante.
Yo nací en un pueblo muy apacible, llamado Huatabampo en el estado de Sonora, de esos pueblos hermosos de calles anchas y casas muy blancas y limpias.
La gente iba al mercado diariamente a comprar los víveres. Las mujeres se dedicaban a sus hogares, algunas, muy pocas, tenían pequeños negocios familiares de costura, bordado, salón de belleza, de comida y la mayoría de los hombres se dedicaban a la agricultura y al comercio.

Mi papá era agricultor y sembraba tomate y algodón. Recuerdo como ayer el sabor del tomate que comíamos a mordidas, cuando mis hermanas, mis primas mis amigas y yo, íbamos con salero en mano, hasta aquel cuarto que servía como bodega en la que mi papá almacenaba el tomate antes de empacarlo y venderlo.
¡Qué delicia de sabor! Aquellos tomates enormes y jugosos que solo en Sonora los he probado. Todavía puedo percibir el aroma y el sabor del tomate recién cortado, huele a infancia, a libertad, a juego, a trabajo, a las manos de mi padre. En verdad, todo en la vida sabe y huele a algo. Los recuerdos siempre huelen a algo…y uno percibe el sabor a pesar de tiempo…
Y así recuerdo mi infancia, jugando y mercando a la sombra de frondosos yucatecos, nombre que se da en Sonora al Laurel de la India, así transcurrió mi infancia.
La frescura y el amparo que nos daban estos enormes árboles, hacían verdaderamente delicioso los ardientes veranos sonorenses. ¡Bañarnos en aquella vieja tina de acero galvanizado, era mejor que cualquier piscina lujosa!
¡Qué bien la pasábamos!, estoy segura de que ustedes también recuerdan muchos pasajes de su infancia.

¡Tuvimos una infancia increíble! ¡Muy libre! ¡No estábamos encerrados en casa, y salíamos a casa de las amigas, a los patios de los vecinos, nos bañábamos a manguerazos o mejor, con la lluvia!
¡Y que decir de las amistades! Teníamos unas vecinas muy amigas nuestras, las Sánchez Velderrain y las Lerma Torres, y las Castro Ibarra, que es fecha que aun nos vemos a través de Facebook. En sus casas jugábamos a las muñecas de cartón, a la lotería, al tomatodo, nos subíamos a los árboles de mangos a cortar los mangos verdes. En tiempos de lluvias, nos íbamos a charquear por las calles y a visitar a los amigos del rumbo e invitarlos a andar en los arroyos de las calles, ¡¡que en Sonora es una fiesta cuando llueve!! ¡Es tan seco! ¡Y tan caluroso el verano!
Yo le doy gracias a Dios por la familia en la que nací, mis cuatro hermanas y mi hermano Martin, que murió de leucemia a los 19 años, ese fue el primer evento doloroso que viví, la pérdida de nuestro único y amado hermano Martín Fernando.
Doy gracias por esos bellos recuerdos y vivencia con mi familia nuclear, en la que nací y de la que partí un día, con la ley de vida, de reproducirnos y dejar el hogar paterno.
La riqueza familiar, los valores, las experiencias que en el seno de la familia se viven, te marcan por toda la vida. Y a veces algunas de esas experiencias son dolorosas y no nos dejan avanzar en la vida, porque no sabemos manejarlas.
Por eso hoy estoy hablando de la infancia y las invito a que hagan esa dinámica en casa, de hablar y sanar con su niña o niño interno.
¡Porque es maravilloso poder mirar al pasado y sentir que ese pasado no te duele!

Yo fui una niña físicamente muy delgada, muy menuda, que buscaba siempre en el entorno, en los aromas y en los colores, esas sensaciones que son verdades ocultas a simple vista y que nos marcan en la existencia. He amado desde niña el campo, las hierbas, los árboles, los aromas, los sabores de todo aquello que sea natural.
La brisa costera, el aire de provincia, y las grandes dosis de amor de mis padres y de mi enorme familia sonorense que recibía a diario, hicieron de mi una niña muy alegre, estudiosa, sociable y muy ocurrente.
¡Cómo me encantaba participar en actividades de la escuela, allí me veían, bailando, actuando, cantando en todos los festivales! ¡Yo siempre levantaba la mano! Pero, sobre todo, lo que mas me provocaba emoción, era declamar. Me gustó desde pequeña la poesía, el juego de las palabras convertidas a un ritmo y forma que siempre parecen canciones sin música. Recuerdo a mis primeras maestras con mucho cariño, había una que se llama Tebita (Estefanía) que fue quien me enseñó mi primera poesía.
Si pudiera definir aquella etapa de mi vida, sin duda diría que es felicidad. Logré ser siempre una niña muy positiva, extrañamente para muchos, disfrutaba enormemente la escuela, aprender cosas nuevas y conocer que había en el mundo.
Dios me regaló esa sed de aprender, desde entonces tomé conciencia de la hermosura del Universo y la Tierra, porque el primer paso para amar la vida, es amar todo lo que hay en ella.

Al menos yo en algunos instantes o al menos cuando ya te permites resignificar los acontecimientos.
Me considero una persona vida bendecida, como ustedes, que hoy me están escuchando y haciendo empatía con mi infancia y mis relatos.
Así como ustedes, como todos, como cualquier hombre o mujer que un día se digne sacudir el polvo, ¡tomar una buena dosis de aire de la mañana y exhalar un suspiro de ¡GRACIAS!
Yo los invito hoy a abrazar su niño interior, rescatándolo del dolor, díganle todo lo bueno lo está esperando, que todo está bien y que está a salvo…
Es una dinámica hermosa, donde nos hace que pensemos en ese niño o niña que fuimos y lo traemos al presente y lo tomamos de la mano… No saben qué hermoso es, yo lo he hecho varias veces y me da mucha paz y alegría hacerlo.
La primera vez que la hice, no podía parar de llorar, de la emoción que me causó, saber que tenía a mi niña enfrente de mi, dándole la mano y contándole como los miedos que tanto le quitaban el sueño, no tuvieron razón de ser. Contarles de la vida de adultos, los logros, las alegrías, los amores, las aventuras vividas, aquel futuro que de niños nos causaba incertidumbre o temor…
Es como una cita con tu parte niña, te hace respirar paisajes y memoria de entonces…

Te hace imaginar, que esa pequeña niña/o e para enfrente tuyo y suavemente le tiendes las manos, sintiendo que su palma pequeña, las que eran tuyas, las que fueron tus manos, se depositan en el cuenco de las tuyas hoy grandes…
Imaginarlo causa mucha emoción…comienzas a recordar tus ojos puros, abiertos a la inocencia, a los milagros, y te vas a preguntar a ti mismo: ¿qué es lo que te duele? ¿Qué te está faltando? En esa parte interna que se quedó dentro tuyo…
¿Dónde escondes tu niña herida? ¿Dónde te quedaste esperando?
Y cuando sientes real el tacto de tus propias manos, comienzas a hablarte a ti mismo a esa niña y te devuelves en el tiempo, y tú, adulto, tomas las manos de tu niña y pregúntale, DONDE QUEDASTE LASTIMADO…

Y mientras tu corazón te escucha, y comienzas a verte el rostro de niña, de aquella niña que fuiste y comienzan a emanar los pensamientos y los miedos de entonces… y comienzas a escuchar los murmullos de las voces de tus papás, de tus hermanos, de tus abuelos…
Y tú niño pequeño comienza a contarte y tú a recordar todos aquellos miedos o incertidumbre…y salen los daños y las heridas que necesitas sanar, para que brote de tu garganta la voz de hoy, de esa persona adulta que eres hoy en día.
Y comienzas a recordar que le temías a la oscuridad, a las pérdidas, a los castigos, las ausencias, o muy doloroso aún, los abusos si es que fuiste una niña abusada…
O abandonada…
Comienzas a apretar aquella manita pequeña y comienzas a darle amor y seguridad, y comienzas a contarle de que se trató el futuro, el pasar de los años, esos años a los que ella le tenía miedo crecer, dejar el hogar, construir otro.
Y vas a decirle que has venido a rescatarla desde el futuro, que no tema, porque todo se resuelve con el tiempo, con la ayuda de aquellos que amas.

Crecerás de tamaño, y habrá amores en tu camino, habrá triunfos gratos, y encontrarás pasajes amargos donde siempre surgirá un ángel de la vida, un amiga o amigo nuevo que te entiende solo con mirarte, un amor precioso que te roba el sueño, y le dirás a tu niño, apretado en tu pecho en este momento a salvo, rescatándolo con el mejor de los milagros….
Que estás vivo, que has crecido y madurado, le contarás a tu niña la magia del futuro, las puertas que se abrirán para ella…que habrá otros como tú caminando o cayendo a veces.
Abrázalo en ese momento y dale la confianza de lo hermoso que estar vivo, le dirás que habrá espacios de magia, donde no podrá creer lo que sucede, habrá silencios y voces. Pero esta niña que tu fuiste, este cuerpo pequeño apretado en tu pecho, comienza a fundirse lentamente, sintiendo el espacio acogedor, de esta mujer que eres, en la que te convertiste. Sentirás su aroma a chicle, a cuaderno, a lápiz, a olor a escuela de esa niña que fuiste y la abrazarás con mucho amor y en se momento, soltarás todo el dolor o miedo que pudiste sufrir entonces.
Abraza a tu niño interior, y rescátalo del dolor, todo lo bueno, los está esperando…Habitante del mundo extraño, de un mundo que imaginaste diferente, a veces con temor, tienes a tu niña a salvo, en tu propio corazón.
Anímate, crea tu camino iluminándote con la esencia del amor.
Si, el amor…
Porque el amor, es la terapia más curativa del mundo!
Si queremos que los niños de nuestro entorno sean buenos, hay que hacerlos felices!
“El medio mejor para hacer buenos a los niños es hacerlos felices. Oscar Wilde.
Triny Terrazas – Sabiduría milenaria